lunes, 21 de marzo de 2011

La Investigación Acción Participación: El camino para la transformación social


Por: María del Pilar Páez.

Sonia Patricia Páez.
Yimmy Valencia.
 “La razón y las costumbres son en un  pueblo libre, 
      lo que las cadenas y lo calabozos 
       son en un pueblo esclavo”.    
                              Camilo Torres Restrepo                                                

                                        

El contexto histórico de comienzos del siglo XX alimentó el descontento de  grupos de académicos e intelectuales progresistas en diferentes países, en EEUU por ejemplo surge la ESCUELA NUEVA como una propuesta pedagógica  que integra la investigación crítica a la educación. A partir de allí  teóricos de las ciencias  abordan el tema de la investigación desde una perspectiva más  amplia como Kurt Lewin quien es uno de los primeros en promover la investigación social, punto desde el cual se perfila la IAP.

Lewin planteó la Investigación – Acción como un proceso permanente de planificación y conceptualización de la acción en la práctica, de tal forma que esta se replanteara continuamente y pudiera ser reformulada. En sus inicios,  la Investigación – Acción tuvo como escenario  principal el campo de la educación, haciendo enormes aportes al desarrollo de la pedagogía fundamentalmente en  temas curriculares y de docencia.  Sin embargo el propósito fue más complejo y ambicioso, se buscaba transformar las maneras convencionales de investigar, superando las posturas positivistas  predecesoras, la pretensión fue  proponer alternativas que permitieran realizar procesos investigativos participativos, democráticos, incluyentes y  liberadores, que posibilitaran acercamientos tangibles a la realidad social de quienes históricamente son más vulnerables, de tal forma que esta realidad pueda ser investigada desde una multiplicidad de ángulos, voces y lecturas, abriendo la puerta a posibles transformaciones en el corto, mediano y largo plazos.

Es importante tener en cuenta que el camino para la Investigación-Acción-Participación (IAP) no ha sido fácil , ha sufrido los rigores propios de la persecución científica  y académica,  surgidas como consecuencia de los cambios  en los escenarios políticos, económicos y sociales del último siglo; desarrollar  ciencia social para la igualdad y el reconocimiento de “otras” realidades no  es precisamente una tarea sencilla, ya que implica mover las bases del establecimiento, romper fuertes y tradicionales  cadenas de dominación impuestas desde tiempos milenarios por  grupos sociales y culturales de diferentes condiciones, se entiende entonces que la IAP  es una especie de alternativa para aquellos investigadores de vanguardia, dispuestos a dar la pelea por un mundo más humanizado en condiciones de equidad y justicia para todos los pueblos del planeta.

La Investigación-Acción (IA) asume un compromiso ético con la transformación social, de allí su fuerte relación con la educación, como espacio de formación  del ser humano, se propone vincular  ciencia,  educación e  investigación junto con la práctica, desmitificando la creencia  de que  la ciencia solo esta al alcance de unos pocos, dónde únicamente  ciertas élites consideradas “verdaderamente científicas”, (propio de las posturas positivistas) hacen investigación,  en este contexto se propone revisar el rol que hasta entonces jugaba el docente en su relación con el alumno, modificando la posición  vertical y unilateral  en la construcción del conocimiento, permitiendo al estudiante un papel participativo y protagónico en su propio proceso de aprendizaje.  La escuela norteamericana  de las décadas del 60  y 70,  es uno de los ejemplos de esta transformación educativa.

Para el año 1960, ante las condiciones socio-políticas dominantes (Guerra fría: Armamentismo y  conquista del espacio), la IA fue reprimida por el aparato estatal, no sólo desde el punto de vista discursivo sino también  financiero, esto ocasionó que la investigación se desdibujara de su carácter humanista y se centrara en un nuevo objetivo: La producción de capital. La propuesta de acercarse teórica y metodológicamente a los problemas significativos de la vida cotidiana e involucrar al investigador como agente de cambio social, parte desde la IA con los planteamientos de Lewin y antecede a la IAP de la década del 70. Para  Víctor Mendoza La investigación Lewiniana, aunque en su momento fue considerada como un enfoque radical e inadecuado,  fue el producto esencial en un momento histórico en el pensamiento crítico de los Estados Unidos, equiparándolo con la misma ilustración.

Esta nueva preocupación por la ciencia y la investigación social se extendió a otros lugares del planeta, vale la pena destacar las experiencias realizadas en países africanos como Tanzania y el Congo, igualmente en la India, Suiza y Francia. Una de las tendencias  que mayor incidencia  ha tenido dentro de la IA, es la Escuela de Frankfurt, corriente de pensamiento marxista, a la cual se han vinculado importantes y grandes teóricos e investigadores  de varias disciplinas relacionadas con las ciencias humanas, tal es el caso de Jürgen Habermas, Theodor Adorno, Max Horkheimer, entre otros,  los cuales han enriquecido  epistemológicamente   su corpus teórico y práctico.

LA IAP EN EL CONTEXTO LATINOAMERICANO

 La IA tiene una gran oportunidad en Latinoamérica, dada la particularidad de su contexto en condiciones sociales ligadas a situaciones de explotación, pobreza y miseria; surge como una alternativa a la crisis social impuesta políticamente desde el modelo capitalista e imperialista de las décadas del 60 y 70.  Se resaltan experiencias como la de México (con Guillermo Bonfil y otros académicos en la UNAM, como  una exigencia para reorientar el departamento de Antropología); y la de  Brasil, con Paulo Freire y su propuesta de la “Pedagogía para la Liberación”, aunque es indispensable subrayar  que los orígenes de la IAP en América latina se originan precisamente en este contexto de la educación en el Brasil, fue Freire quien postuló esta perspectiva investigativa desde la educación con aplicación a otros espacios socio-culturales, dadas las coyunturas políticas de su época.

Para el contexto colombiano la IAP ha sido liderada por Orlando Fals Borda, María Cristina Salazar, Germán Mariño, Lola Cendales, Alfonso Torres Carrillo, entre otros. Según Fals Borda la IAP latinoamericana y en particular la postura colombiana se anticiparon de cierta forma al postmodernismo, al buscar articulaciones entre los discursos, prácticas y observaciones concretas en el terreno. Dentro de la experiencia colombiana es importante rescatar la relación del desarrollo de la IAP con los procesos de pertenencia y apropiación de la tierra;  campesinos, colonos, obreros,  indígenas y pobres en general, llevan décadas de sufrimiento y marginalidad,  ya que nuestra sociedad ha sido históricamente agraria y permanentemente desigual,  envuelta en una constante lucha por la tenencia de la tierra. 

Para Víctor Mendoza, “el aporte de la experiencia colombiana sobre el pensamiento crítico aplicado al enfoque de IA, tiene una gran relevancia para su construcción, el mayor esfuerzo se dirigió a comprender la situación histórica y social de los grupos obreros, campesinos e indígenas que implicó adelantar experimentos muy preliminares…”

La IAP, para Fals Borda, tiene tres retos que se relacionan con la deconstrucción científica y la reconstrucción emancipadora,  siendo esto;

  • Vincular el saber y  la razón en la búsqueda de una ciencia útil que valide el conocimiento tradicional, indígena y popular.
  • Articular la teoría y la práctica asumiendo un compromiso ético con la transformación social, descolonizando nuestro pensamiento y conducta tradicional.
  • Replantear (transformar) la relación investigador-sujeto-objeto, apreciándolos como seres diversos, en pensamientos y sentimientos, con multiplicidad de visiones que pueden ponerse en juego conjuntamente. Esto permite pasar de una relación vertical autoritaria a una relación horizontal de reciprocidad sujeto a sujeto.

IMPLICACIONES PRÁCTICAS


De otra parte, la IAP,  no es una simple búsqueda  de conocimiento, no se trata de hacer ciencia por el mero placer de saciar curiosidades, la IAP conlleva a una trasformación de actitudes y valores individuales y colectivos, busca permear las más íntimas fibras de la condición humana. Pretender subvertir el orden establecido, implica innovar, proponer, asumir el reto de transformar la realidad, ver al otro como sujeto de derechos en condición de igualdad, por tanto en la IAP el investigador no es llanamente  el experto, es el dinamizador del proceso investigativo, y como aquello que se aborda está ligado intrínsecamente a lo más valioso del ser humano, su  dignidad, por tanto no puede excluirse de todo aquello que le afecte. Bajo esta premisa se  entiende  que en la IAP la producción intelectual de conocimiento no es de propiedad exclusiva del investigador, dado que en el proceso son válidas todas las voces,  por tanto dentro de la AIP, el conocimiento se construye colectivamente y se valida de igual forma.

Semejante propósito, tiene como consecuencia  la redefinición de  elementos epistemológicos, políticos y metodológicos dentro de la IAP,   esto supone que investigar desde esta postura, (epistemológicamente), implica romper los paradigmas excluyentes y positivistas de la ciencia, poniéndola al alcance de los más  vulnerados, sin pretender decir que se trata de una ciencia marginal, es importante recordar que la IAP surge del análisis  disciplinado y riguroso de las diversas posturas dadas al interior de la filosofía de las ciencias, no se le debe subestimar como una simple rebeldía científica o académica ya que sus bases teóricas se fundamentan  en un juicioso análisis de la epistemología en la investigación.

En cuanto al elemento político  implica  asumir una postura ética  en defensa y promoción de la democracia real, aunque ello conlleve difíciles y complicadas consecuencias,  de allí su carácter activo y participativo. La práctica política de la IAP se evidencia no solo en espacios locales o regionales, también incide en estructuras más amplias, intentando superar problemáticas puntuales, abordando temáticas y necesidades que atraviesan a una multiplicidad de grupos, pueblos y culturas en diferentes lugares y contextos del mundo, un claro ejemplo de ello son los movimientos sociales de base, como las agremiaciones, las comunidades barriales, eclesiásticas, artísticas, deportivas o ambientales que subyacen bajo el tejido social de las clases  bajas. Finalmente en este aspecto político se destaca una ética ecológica respetuosa con el medio ambiente y la conservación del planeta, la cual debe ser consecuente con una acción protectora de la vida en todas sus formas, contraria a la imposición de intereses particulares, (capitalismo), que valore el derecho natural de todos los pueblos a la convivencia en condiciones adecuadas y dignas.

En cuanto al aspecto metodológico de la IAP, se requiere de una práctica realizada participativamente, dónde se involucran y vinculan todos los miembros de la comunidad, la investigación y la ciencia deben estar al servicio de la misma.  Con la intensión de resolver los problemas que afectan al colectivo, se hace indispensable el uso de  herramientas investigativas adecuadas, sencillas y entendibles, la ciencia debe tener un carácter de asequibilidad y utilidad práctica que permita su uso en lo cotidiano y al alcance las gentes del común, para Fals Borda “La ciencia no deja de ser ciencia por ser modesta”,  en cuanto ésta  debe ser  pertinente  y aplicable en cualquier contexto o situación.

RETOS Y COMPROMISOS

En la actualidad es mucho lo que la IAP ha avanzado  como postura investigativa, a su alrededor se conforma   un tejido de saberes cada vez más amplio e incluyente,  dónde convergen nuevas y viejas formas de investigar y ver las ciencias humanas, dónde se postula la IAP como  alternativa posible a la resolución de los conflictos que impone la modernidad, desde su polifacética manera de poner al ser humano en el centro del huracán. La IAP no es un producto acabado, unidimensional ni mucho menos exclusivo de la ciencia social, contrariamente a ello, sigue siendo una  utopía posible, con infinidad de aristas y caminos por recorrer, el reto esta en aprovechar lo mejor de ella y lo mejor de nosotros mismos, al servicio de una transformación social con carácter científico.

Dotar de herramientas a grupos y sujetos sociales, empoderándolos   en sus roles y  develando los secretos del poder establecido, no es tarea fácil, pero significa un compromiso ineludible en tiempos de zozobra y desesperanza, las generaciones venideras  merecen un mundo más justo y democrático, dónde pobres y ricos, blancos, negros y amarillos puedan convivir bajo condiciones  dignas de libertad e igualdad. La invitación es entonces a acercarse a la investigación científica  desde una  ética comprometida con la  democracia y la justicia social.

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